0 comentarios

Calo: ¿alimenta sus sueños?


Me puse a tomar Calo, un poco tarde quizás; es que cuando niño, quería ser micrero, como mi padre, luego bombero, después futbolista, músico, doctor, abogado… incluso presidente. Hasta que dejé estos sueños o “fantasías” como dice la gente.

Trabajo en un simple empleo, me visto de tristes colores, corro por el centro (como todos) sin saber porque, me siento como un simple pelo del velludo mundo.

Desde ahora tomo Calo, no es que haya olvidado mis “fantasías”, solo vivo lo que llaman realidad. Tomo Calo, es lo único que ofrece santiago para soñar.

cuento hecho para santiagoen100palabras

0 comentarios

el odio abunda en la boca del odioso


Odio cuando son las once de la mañana porque empieza el día, porque debo renunciar al sueño y abandonar el lecho. Cuando estoy despierto mi estomago me pide punzantemente alimento, y detesto pensar cuantos pasos tendré que dar para llegar a la cocina y mucho mas darlos.

Que abrumado me siento al tener frente a mi la misma comida de todos los días, en el mismo hediondo plato, con la misma leche agria y en el mismo rincón oscuro de la casa. Constantemente he pensado que ellos me odian, del mismo modo que yo los odio. Por más que busque donde escapar no logro encontrar la salida, la puerta siempre esta cerrada, las ventanas son muy altas, los suficiente como para querer tratar de alcanzarla, como odio esta casa, quien sabe como diablos llegué acá si hubiese dependido de mi preferiría morir ahí mismo a que poner un bigote en esta prisión.

Son las cinco, odio cuando el tiempo pasa sin descuido, y ahí llega él y ella, odio cuando vuelven, si no fuese por que me alimentan… los odiaría más aún.
Como es habitual él me llama desde la puerta mientras cuelga su chaqueta.
-¡Domitilo! ¡Domitilo!- gritaba, sabiendo bien que no iría. Se sentó en el sillón al lado mío, me hizo, como es rutina, el desagradablemente cariño en mi cuello. Mordí bruscamente su dura y seca mano y me fui.

-¡Cada día más odioso está ese gato!- le dijo a su esposa,
-Es solo un gato…- respondió ella.

0 comentarios

No queda otra

Nunca me han gustado los amos, por eso escape del mío. Odiaba estar encerrada, restringida, sentir la asfixia de no ser libre. Podría tener su cariño y amistad oportunista, pero hay muchas cosas más que necesito para en verdad ser feliz.

Estuve junto a él, afuera en el patio de adelante, como siempre salió a limpiar la vereda y dejó la reja abierta. Cuando fue el momento salí corriendo lo más rápido que pude, sin mirar atrás y sin saber, ni pensar a donde iré.

Sentí un aire tan fresco en mi pecho, era la libertad, era el desenfreno, eran sus gritos diciendo mi nombre y yo, por primera vez, no hice caso a sus llamados. Corrí, corrí y corrí, sentía mil cosquillas por dentro que no pude aguantar las ganas de orinar. Al detenerme me encontraba en otro mundo, estaba lejos, bien lejos, muy distinto a mi antiguo hogar o celda como debería en verdad llamarlo. Estaba rodeada de enormes edificios, había muchas personas, no existía rincón donde no hubiese gente, y más de algunos perros, palomas y ratones. Empezó a hacerse tarde, sentía hambre pero al no tener un amo que me diera de comer, debí buscar por mi cuenta algo, al menos similar al alimento. Sentía frió, pero ya no tenia un lugar tibio donde reposar y el piso se hacía más frío mientras la noche caía y así se iba mi primer día, de libertad. Me recosté bajo un árbol y cerré los ojos dejando que se fuera.

Ha pasado una semana y media. Días comiéndome las ganas de volver, días comiendo basura, vagando por el centro comercial, durmiendo bajo las frías estrellas. Hoy en la mañana vi muchos perros alrededor mío, no entendía lo que pasaba, se iban acercándose lentamente, cuando entre ellos una perra me gritó: ¡Corre, estas en celo! Corrí, al igual que cuando me escape, sin saber a donde marchar. Todos los perros venían de tras, como endemoniados. Y así, por calles y calles. Pensaba en mi amo, como quería estar en su patio junto a él, comiendo deliciosa comida y durmiendo cómodamente. Quería sentir que pertenecía a alguien a que ser hija de la suerte.

Mis piernas estaban acalambradas, no sabía en que lugar me hallaba, y los perros aun se podían divisar corriendo. Creo que ya no puedo seguir escapando, ¿Hacia donde se encuentra mi amo? ¿Será el precio de la libertad? ¿Qué harán de mí aquellos perros? Da igual, no tengo fuerza para seguir escapando, ya no me queda otra.

0 comentarios

3 x 5


Otra mañana, un día más y sus horas, es lo único que le ha quedado con el pasar de los años a Dionisio. Como es normal, común y corriente, para mantener su pobre vida sale todos los días a vender de casa en casa. Como estábamos ya en verano, se pudo conseguir a un buen precio cajas de frutillas de su primo, las guardaba en cajitas de plástico y vendía cada caja en dos mil pesos y tres en cinco. La mañana no estuvo tan mala, pudo vender casi treinta cajas y eran pocas las que les quedaban hasta que llegó a la casa número trecientos sesenta y cinco ¿la calle? ...Nunca se fija en eso. La casa, como todas en Chile, tenia una reja de dos metros de alto casi, y solo unos cuantos metros mas desde la casa a la calle. No encontró ningún timbre, ni campanita, ni nada por el estilo. Así que con el anillo en su dedo pulgar, comenzó a darles golpecitos a los tiesos y helados fierros de la reja.
-¡Alo! -grito al mismo tiempo que golpeaba con su anillo.
Esperó, no muchos segundo, y una señora de edad abre la puerta, el gesto en su cara no era normal, era algo así como algo asustada. No dice ninguna palabra, pero le habla con sus ojos, hace un gesto con la cabeza, que fácilmente se entiendo como ¿Que onda? o ¿Que pasa? o ¿Que queri’? Pero obviamente llegando al caso, lo que le quiso decir es, ¿Que quiere joven?
-Hola -le dice esperando una respuesta- Ando vendiendo frutillas, no sé si le interesa.
La señora pareciera estar interesada, eso porque su rostro cambió. Era extraño como Dionisio estaba ahora leyendo los ojos y los gestos de la señora porque no decía ni una palabra. La viejita se le acercó a la reja, pero no le abrió. Como aparentemente la señora no iba a decir nada, él decide seguir contándole acerca de las frutillas.
-Mire, vendo cada paquete a dos mil pesos y si lleva tres se lo dejo en cinco. ¿Que me dice?
La señora abrió la boca así como de sorprendida pero no salió ni un suspiro de sus labios. La situación se ponía un poco incomoda para Dionisio, no sabia que le pasaba a la señora.
-Mire, están fresquitas y súper dulcecitas -insistía.
Cuando la viejecita empezó a hacer gestos con la mano, algo así como que quería 3, él dio por sentado que era muda. Y como siempre en estos casos como que esto de la mudes se pega, también dejo de hablar, y le hacia el gesto con la mano de OK, tomó tres paquetes y le indicaba haciéndole muecas con la boca, levantando los cinco dedos de la mano "Son cinco Lucas". La señora tomo las frutillas e imito el gesto de la mano, pero esta vez ella decía "vuelvo al tiro". Con las frutillas en la mano, la señora entró a su casa y cerró la puerta, Dionisio estaba un poco confundido, pero se dijo así mismo: "Es una señora… como me va a robar las frutillas" Y así se quedó esperando afuera de la reja, mientras empezó a mirar los billetes en su bolsillo, se puso a ordenarlos, y esperaba y esperaba.
"Pero también es posible, ósea, es vieja pero no tonta" se puso a pensar "quizás fingía ser muda... pero... ¿Que diablos hago ahora?". Su propio subconsciente se contradecía a si mismo "Quizás como es viejita se le olvido que estoy acá afuera, voy a llamarla de nuevo" Se puso a golpear con su anillo y decir "Alo, Alo". Pero nadie respondía, miró las ventanas y nada, ni una señal. Empezó a inquietarse y golpeó más fuerte y ahora se puso a gritar "¡Alo, Alo!" y nada ocurrió. Nunca le pasó algo parecido, así que entre su propio bochorno interior y su mente confundida, decidió llamar a la policía.
-¿Alo? ¡Hola! sabe tengo un problema aquí -le decía al señor carabinero que le respondió el llamado- estaba vendiendo como todos los días por cada casa, pero ahora le vendí a un señora...
-¿Que vende usted? -le pregunto el oficial.
-Bueno de todo un poco... hoy estaba vendiendo frutillas.
-Entiendo, prosiga.
-Y bueno como le decía oficial, hoy le vendí a una señora mis frutillas pero ella entró a su casa con ellas y no ha salido.
-¿Y cual es el problema?
-Es que no me ha pagado y no se que hacer.
-¿Dónde se encuentra?
Como no sabia la calle, miró a las esquinas, que estaban bastante lejos.
-A ver, espere un poco. Sin saber si hacerlo o no, corrió hasta la esquina y vio el nombre de la calle, pero no recordaba el numero de la casa así que se devolvió de nuevo corriendo.
-Amena, 365, es la casa.
-Estaremos ahí en algunos minutos.
-¡Gracias!
Ya resignado a que la señora no saldría de su casa, se sentó en el piso apoyado en la reja. Esperó unos diez minutos y llegó una patrulla. Les explicó la situación, a los dos oficiales que bajaron del auto. Pero la situación también era muy confusa para ellos, era una anciana la culpable, no era un caso fácil.
-¡Alo, Alo! -gritaban los oficiales- somos carabineros de Chile, por favor abra la puerta.
Pero no fue distinto que antes, la puerta no se abrió y ni una señal de vida se dejó ver por las ventanas. Al final decidieron forzar la puerta, primero la reja y luego la principal, pero cuando los tres hombres entraron lo que vieron no era nada de lo que por sus mentes había pasado. La señora estaba tirada en el suelo, con las cajas desparramadas por el suelo y una firmemente agarrada en su mano. Los carabineros llamaron a la ambulancia rápidamente. Dentro de la casa no había nadie más, un oficial al ver el cadáver vio una profunda herida en su frente, y miró inmediatamente a la mesa de centro que estaba con sangre en una de sus puntas.
-Es probable que la señora se haya tropezado y se haya golpeado en la cabeza, pero no veo con que se pudo tropezar.
Dioniso estaba realmente impactado, y demasiado confundido, ahora no sabía si tomar las cajas de frutillas de la difunta o dejarlas ahí.

Fin

0 comentarios

Quien regala la luna



Hubo un hombre alegre pero que ahora no lo es. Nunca fue muy atractivo ni agraciado, es mas, paso casi toda su vida solo. Nunca se sintió enamorado, las mujeres eran demasiadas simples para él, era lo que él se decía a si mismo, porque la verdad nunca una mujer le beso ni siquiera una mejilla y a que podía aspirar aquel hombre con tan mala fortuna. Pero un día cualquiera, así como cualquier día que viene y como esos otros días que se van, conoció a una chiquilla que de un flechazo lo amarro a sus pies, Estrella se llamaba, ¿Y como lo supo? La escucho mientras hablaba con Raquel, su compañera de trabajo.

Como un espía la seguía hacia donde fuera que ella iría, incluso casi entra al baño de mujeres pero fue la moral del hombre quien detuvo su acto.

Un día de estos, fue sorprendido por nadie más ni nada menos que por Estrella, cuando él con el cuello entre los hombros, y la espalda inclinada caminaba tan sigiloso como rata a sus espaldas. Sin bacilos ni demora ella se detuvo y volteó, quedando face to face con él. “¿Por qué me sigues?” preguntó encrespada, “Porque eres bella” respondió el hombre con el rostro de todos los colores. Ella con su mirada imponente, lo mira fijo y le dice con frialdad “Pierdes tu tiempo, no lo vuelvas a intentar”

El hombre, que con esas palabras de regalo, se encierra en su casa por toda una semana. Lloraba en la mañana, al mediodía, la tarde y en la noche entre sueño y pesadilla. Se preguntaba porque era ella, y solo ella, la que su mente volaba, ¿serán sus ojos? Se preguntaba, quizás sea su boca, o talvez era su cuerpo, o era su personalidad, de la que él nada conocía. No lo entendía, que era lo que lo hacia sentir enamorado, pero se prometió a si mismo que ella seria su esposa costase lo que costara.

Junto dinero, mucho dinero y con cirugía láser arreglo su cara y su cuerpo. Si es que alguna vez ha existido un príncipe azul ahora se le podía ver en vivo. Llego ese día al trabajo y nadie le reconocía, buscaba en cada escritorio la mirada de Estrella, la cosa es que entre todas las caras de las mujeres vio como todo los ojos lo apuntaban pero menos los de ella. Fue a su escritorio y ya no eran los ojos de las mujeres quienes lo seguían, eran también los hombre que se preguntaban “¿Y este, de donde salió?”

Golpeó el escritorio de Estrella, y le dijo dulce y fuerte “Estrella mírame, ahora soy distinto, ¿Quieres tú casarte conmigo?” Ella lo miraba con la misma mirada de antes “Pierdes el tiempo” le repitió y volvió a lo suyo.

Las mujeres de la sala, gritaban desesperadas, “Yo quiero” “Elígeme a mi” y un sin fin de cosas más que no puedo escribir en este cuento. Algunas se le lanzaron encima y al final tuvo que salir corriendo antes de ser devorado por mujeres prendidas al fuego puro.

En su casa llego a pensar que estaba mal. Estaba claro, en toda su misericordiosa vida, jamás aprendió a amar y era probable que sus métodos fueran pocos adecuados para la ocasión, algo más de romanticismo arreglaría esta situación. Estuvo una semana entera encerrado en la biblioteca leyendo poemas y cuentos de amor, vio películas, series, miraba a la gente en su vida cotidiana como desarrollaba esto llamado amor. Volvió a la oficina pero esta vez decidió no entrar, se acordó de las mujeres que le hicieron arrancar. Espero alrededor de 5 horas, con un ramo de flores que se marchitaba, un millar de poemas que en su cabeza se borraban. Nadie jamás podrá explicar el poder del amor, como que es que este hombre pasó todo un día sin comer, tan solo con el corazón latiéndole cada vez más fuerte entre más se acercaba el fin de la hora laboral.

La vio venir por el pasillo, sola como siempre, bella como siempre.

“Estrella mi vida, me estoy muriendo sin tus besos, y lo único que te pido es que me dejes hacerte feliz” Le dijo el hombre de rodilla ante ella, con hermosas flores extendidas, pero el gran problema era que muchas ya estaba decaídas, sus poemas se le fueron de la cabeza, y lo que dijo no produjo alguna respuesta en ella.

“No lo sigas haciendo, pierdes tu tiempo” le repite ella.

Se iba y se sentía tan incapaz de hacer algo. Lo único que le vino a la mente y que fuese romántico fue decirle “No sabes cuanto te amo, que seria capaz de regalarte la luna con tal de que me digas que sí”

Estrella se detuvo, volteó y lo miró con los mismos ojos de seriedad, el hombre estaba esperando que le repitiesen lo mismo pero ella le preguntó “¿La luna?”

“Si la luna, el sol y todo lo que quieras” respondió él. “¡No, no! Solo quiero la luna.” Le dijo seriamente ella. “La luna es tuya” respondió inmediatamente él.

Ella ya no era la misma de antes, una hermosa sonrisa brotó de sus labios, y saltó a los brazos del hombre para besarlo. A los cinco días después se casaron por la iglesia. En el trabajo a ella sus compañeras la odiaban, Raquel ya no le hablaba, solo por los celos. Pero el hombre una gran noticia recibió, el jefe le dio el ascenso inmediato a subdirector, solo por su buena facha que irradiaba confianza y buena suerte por donde se le mirara.

Cuando él le mencionó a ella la palabra “luna de miel” siento mil fuegos en el cuerpo de Estrella quien hizo que su viaje de recién casados fuese el más románticos de todos. Ante tal cariño el hombre prometió juntar cada peso que ganara, para poder comprarle la luna a su dama. Pero con el pasar de los años, la promesa pasó a ser un montón de palabras. Ella anhelaba tanto tener la luna, pero él le decía que eso fueron solo versos de amor, que comprar la luna es imposible. “Tan imposible como habría sido este amor” le respondía ella. Llegó a amenazarlo con terminar la relación si no le compraba la luna y al verse el hombre en esta situación, decidió llevarla en estos viajes a la luna, que ahora se podían realizar. Ella con gusto aceptó. El hombre quedó confuso. ¿Qué era lo que ella quería en verdad? Se preguntaba sin parar, pero con un beso esa noche Estrella lo hizo calmar.

El viaje no se hizo de la noche a la mañana, pasó un año hasta que pudo al fin viajar. Él sabía que Estrella no lo amaba, pero estaba tan enamorado que cualquier cosa haría para pasar un día más con ella, solo con ella, nada, ni nadie mas importaba.

Hoy día al hombre se le ve mirando todas las noches hacia el cielo desde la ventana de su cuarto con una botella de vodka en su mano, los ojos cristalinos, y su rostro casi muerto. Es que aquel día, cuando la llevo de viaje a la luna, Estrella comenzó a sentirse extraña. Primero dejo de hablar, ni una palabra se le escapaba, luego estaba contenta al ver que ya estaba cerca de la luna. Al final del viaje ella se sacó la ropa y al descender de la nave su piel se volvió tan pálida que paresia iluminada, y así como por arte de magia la dulce dama se convirtió en estrella, y no porque su nombre así lo fuera, sino porque en realidad por mucha belleza que irradiara mujer no era, ni lo fue. Así lo entendió el hombre. “La mujeres son muy simples” se decía. Nunca amó a las mujeres y a la única que amó era tan mágica que no podría ser humana sino una estrella perdida en la tierra.

Y así pasó toda su vida, esperando por las noches, que alguna de las infinitas estrellas fuera ella, que bajase a su ventana para que se lo llevara hacia las oscuras profundidades del espacio y que no fuese nadie más que su Estrella. “Yo se que en el fondo ella me ama” se decía.

Se dice que pasó su vida entera esperándola con una botella de vodka, que nunca más volvió a comer y que era el veneno del alcohol quien lo llevo a su muerte. Toda la gente lo miraba por su ventana como estatua mirando al las estrellas, hasta que una noche ya no estaba asomado, muchos dicen que ella se lo habría llevado, pero otros dicen que nunca existió un hombre enamorado de una estrella y que esa casa siempre ha estado abandonada.

Yo, no tengo idea.

0 comentarios

Pierdeme este dolor

Pierdo en el intento

De intentar querer

Lo que quiero perder.


Y no entiendo al pensar

Lo que pensabas que estaba entendiendo

Cuando pensaste que no le entendería


Quítame esta mancha

Que manchas dejó

Si lo dejo en mi espalda quítame este dolor.

0 comentarios

Ninguno quiere perder



A penumbra del salón, nos miramos.
Un rayo, estremeció las sombras
Y vi tu piel eriza.
Del miedo, entre risa, te vas muriendo.
Deslizándote como el hielo en mi piel.
Matas la sangre y su hiel.
Sabes que me aleje, hace tiempo.

No quiero verme en el suelo

Y tú, menos.

Así se deja caer la arena al viento,
al tiempo sin templo.

Me viste huir en silencio.

Así como te encontré a ti.

Y el sollozo se envuelve en el vuelo,
Las noches son reposo para el cuerpo

Pero el fuego de la vela
La consume.

Dejando el cuerpo en la desgracia.

No quiero que las hojas se caigan.

El agua que baña al joven roble,

Despojada se vuelva hacia el cerro.
A encontrarse con el siervo amante.
Con el abrazo mas fuerte, ese que esperaste.

Ese que espere.

Ese.

Los cuervos lloraran por lo muertos.

Desde ahora.
El sol girara por la cien.

Las olas se vuelven hacia el horizonte.
Las gotas del cielo saldrán de suelo.
Y es que estamos jugando a quien pierde primero.

El perdedor…

0 comentarios

A




Si a veces me acuerdo

Entonces el resto lo olvido

Y recuerdo lo que se olvida

Pero olvido lo que recuerdo

Se sientes las piernas titubeantes

Cada susurro es un canto

Pierdo el sentido

Miro tus labios.

El día esta oscuro y pesado

Siento la música rechinar en un árbol

Que se mira en el piso mojado

Huele a tierra en el aire.

Y si pienso en lo olvidado

No se si busco lo que recordaba

Estoy haciendo un agujero en el agua

Y por más olvido menos pienso.

Corte los zumbidos de la atmósfera

Y detuve el pensamiento

Mire un rato al cielo

Entre cada nube y estrella

Veo tus ojos en cada poste de luz

Y comienzo a vivir el final

Le haces contrapeso a la gravedad.

De la A la Z me quedo con la A.

De: A ver si te olvido.

Fin

0 comentarios

Del porque el que obra, obra en vano


Hay cosas tristes, tan tristes.

Que no le vale la pena de llorar.

Como porque la rosa hermosa

Deja sabores y aromas sin bailar.

Y se viste de espina para su soledad.


¿Para que el vaso lleno, a la mitad o vació?

¿La boca, los ojos y oídos?


Están los que buscan y los que piden.

Los que lloran y los que se deprimen.

Estoy yo, estas tu, estamos solos,

Tan solos, que buscamos quien no lo este.

Amor de los que saben, de los que tienen

Amor compartido, dividido o simplificado.


¿Ahora entiendes?

Del porque el que obra, obra en vano

Del que martilla sin martillo

Sin clavos, madera ni manos.

No llega ni cerca, ni arriba, ni al lado.


¿Ahora sabes porque no se si te estoy mintiendo?

Si de verdad te estoy mirando.

O jugando a jugar algo

Algo que no sé si juego para estar jugando.


Hay cosas que dan pena, tanta pena

Como verse al espejo

Tan deshidratado, si tomo sal en vez de agua

Si me siento como árbol en vez de ave por las nubes.

Si yo soy yo y tú eres tú.


Hay personas y personas

Que te invitan a sentarse en su falda risueña

Y decirte despacio al oído

Del porque el que obra, obra con delirio.


César Z.R

0 comentarios

A veces...


A veces me gustaría ser nada
Y no esperar nada de nadie.
Sentir que no vivo por algo
Y que nadie espere que viva por alguien.

A veces me gustaría no ser algo.
Que no me usen con algún motivo
Que no espere encontrar algo dentro
Y solo se encuentren decepcionados.

A veces quisiera ser ciego
Y no saber que es lo que tengo
No saber cuando están mintiendo
Y confiar a ciegas en tus manos.

A veces quisiera no tener corazón
Y no sentir la angustia o el amor
No ser tan frágil como el vidrio
Y que me destrocen en pedazos.

A veces quisiera que la vida sea más simple.
A veces me gustaría dejar de pensarlo.
A veces me gustaría ser distinto
A veces quisiera solo estar contigo.

0 comentarios

Cuando no estas.


Hacia donde se van los días

Sino estas tú conmigo

Que se hace en un segundo

Sino es mirar tus ojos

Quien le da cuerda a las horas

Que se hacen eternas y oprimidas

Quien me puede dar la vida

Si estoy tan lejos de la tuya.

Se me hace duro

Respirar el aire que no sea el tuyo

Quedare tan seco

Sin tu boca ni tus besos

Donde dejaste mi sangre

Que no siento el latir de mi corazón

Te has llevado todo

Porque todo lo que tengo

Lo tengo cuando estas tú.


César Z.R