Otra mañana, un día más y sus horas, es lo único que le ha quedado con el pasar de los años a Dionisio. Como es normal, común y corriente, para mantener su pobre vida sale todos los días a vender de casa en casa. Como estábamos ya en verano, se pudo conseguir a un buen precio cajas de frutillas de su primo, las guardaba en cajitas de plástico y vendía cada caja en dos mil pesos y tres en cinco. La mañana no estuvo tan mala, pudo vender casi treinta cajas y eran pocas las que les quedaban hasta que llegó a la casa número trecientos sesenta y cinco ¿la calle? ...Nunca se fija en eso. La casa, como todas en Chile, tenia una reja de dos metros de alto casi, y solo unos cuantos metros mas desde la casa a la calle. No encontró ningún timbre, ni campanita, ni nada por el estilo. Así que con el anillo en su dedo pulgar, comenzó a darles golpecitos a los tiesos y helados fierros de la reja.
-¡Alo! -grito al mismo tiempo que golpeaba con su anillo.
Esperó, no muchos segundo, y una señora de edad abre la puerta, el gesto en su cara no era normal, era algo así como algo asustada. No dice ninguna palabra, pero le habla con sus ojos, hace un gesto con la cabeza, que fácilmente se entiendo como ¿Que onda? o ¿Que pasa? o ¿Que queri’? Pero obviamente llegando al caso, lo que le quiso decir es, ¿Que quiere joven?
-Hola -le dice esperando una respuesta- Ando vendiendo frutillas, no sé si le interesa.
La señora pareciera estar interesada, eso porque su rostro cambió. Era extraño como Dionisio estaba ahora leyendo los ojos y los gestos de la señora porque no decía ni una palabra. La viejita se le acercó a la reja, pero no le abrió. Como aparentemente la señora no iba a decir nada, él decide seguir contándole acerca de las frutillas.
-Mire, vendo cada paquete a dos mil pesos y si lleva tres se lo dejo en cinco. ¿Que me dice?
La señora abrió la boca así como de sorprendida pero no salió ni un suspiro de sus labios. La situación se ponía un poco incomoda para Dionisio, no sabia que le pasaba a la señora.
-Mire, están fresquitas y súper dulcecitas -insistía.
Cuando la viejecita empezó a hacer gestos con la mano, algo así como que quería 3, él dio por sentado que era muda. Y como siempre en estos casos como que esto de la mudes se pega, también dejo de hablar, y le hacia el gesto con la mano de OK, tomó tres paquetes y le indicaba haciéndole muecas con la boca, levantando los cinco dedos de la mano "Son cinco Lucas". La señora tomo las frutillas e imito el gesto de la mano, pero esta vez ella decía "vuelvo al tiro". Con las frutillas en la mano, la señora entró a su casa y cerró la puerta, Dionisio estaba un poco confundido, pero se dijo así mismo: "Es una señora… como me va a robar las frutillas" Y así se quedó esperando afuera de la reja, mientras empezó a mirar los billetes en su bolsillo, se puso a ordenarlos, y esperaba y esperaba.
"Pero también es posible, ósea, es vieja pero no tonta" se puso a pensar "quizás fingía ser muda... pero... ¿Que diablos hago ahora?". Su propio subconsciente se contradecía a si mismo "Quizás como es viejita se le olvido que estoy acá afuera, voy a llamarla de nuevo" Se puso a golpear con su anillo y decir "Alo, Alo". Pero nadie respondía, miró las ventanas y nada, ni una señal. Empezó a inquietarse y golpeó más fuerte y ahora se puso a gritar "¡Alo, Alo!" y nada ocurrió. Nunca le pasó algo parecido, así que entre su propio bochorno interior y su mente confundida, decidió llamar a la policía.
-¿Alo? ¡Hola! sabe tengo un problema aquí -le decía al señor carabinero que le respondió el llamado- estaba vendiendo como todos los días por cada casa, pero ahora le vendí a un señora...
-¿Que vende usted? -le pregunto el oficial.
-Bueno de todo un poco... hoy estaba vendiendo frutillas.
-Entiendo, prosiga.
-Y bueno como le decía oficial, hoy le vendí a una señora mis frutillas pero ella entró a su casa con ellas y no ha salido.
-¿Y cual es el problema?
-Es que no me ha pagado y no se que hacer.
-¿Dónde se encuentra?
Como no sabia la calle, miró a las esquinas, que estaban bastante lejos.
-A ver, espere un poco. Sin saber si hacerlo o no, corrió hasta la esquina y vio el nombre de la calle, pero no recordaba el numero de la casa así que se devolvió de nuevo corriendo.
-Amena, 365, es la casa.
-Estaremos ahí en algunos minutos.
-¡Gracias!
Ya resignado a que la señora no saldría de su casa, se sentó en el piso apoyado en la reja. Esperó unos diez minutos y llegó una patrulla. Les explicó la situación, a los dos oficiales que bajaron del auto. Pero la situación también era muy confusa para ellos, era una anciana la culpable, no era un caso fácil.
-¡Alo, Alo! -gritaban los oficiales- somos carabineros de Chile, por favor abra la puerta.
Pero no fue distinto que antes, la puerta no se abrió y ni una señal de vida se dejó ver por las ventanas. Al final decidieron forzar la puerta, primero la reja y luego la principal, pero cuando los tres hombres entraron lo que vieron no era nada de lo que por sus mentes había pasado. La señora estaba tirada en el suelo, con las cajas desparramadas por el suelo y una firmemente agarrada en su mano. Los carabineros llamaron a la ambulancia rápidamente. Dentro de la casa no había nadie más, un oficial al ver el cadáver vio una profunda herida en su frente, y miró inmediatamente a la mesa de centro que estaba con sangre en una de sus puntas.
-Es probable que la señora se haya tropezado y se haya golpeado en la cabeza, pero no veo con que se pudo tropezar.
Dioniso estaba realmente impactado, y demasiado confundido, ahora no sabía si tomar las cajas de frutillas de la difunta o dejarlas ahí.
Fin
3 x 5
Publicado por Unknown en 4:42 p. m.
Etiquetas: mis_cuentos
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